Un recorrido por la capital de Ecuador te lleva de los Andes al Sub trópico: sin duda esta es la ciudad de la diversidad, en expresiones culturales, así como en maravillas naturales. Posee el más grande y mejor conservado centro histórico de América Latina, es la capital más alta del mundo (2.850 m de altura) y se asienta en las faldas del volcán Pichincha.
Gran parte de la singularidad de Quito es por la geografía que le otorgan los Andes que está más presente aquí que en capitales vecinas, ¡se pueden ver picos nevados a cualquier distancia! Quito comparte un legado inca con Perú, pero los incas sólo conquistaron el milenario conglomerado de señoríos nativos 50 años antes de la llegada de los españoles. La cultura de Quito – y de Ecuador, en general – es por ello tanto muy diversa y multifacética.
El área de Quito fue uno de los últimos lugares en ser conquistado por los Incas y la ciudad, una de las primeras fundaciones españolas de América del Sur.
Patrimonio de la Humanidad. La concentración de iglesias, capillas, plazas, museos y edificios coloniales más importante de América del Sur han hecho a Quito la primera ciudad en ser declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, fue en 1978.
¿Por qué visitar Quito? No hay un solo motivo, son varias las razones por las que Quito es considerado uno de los Destinos Líderes de Sudamérica y uno de los Mejores Destinos por Descubrir.
Existen tres sistemas de transporte público metropolitano que cubren la mayoría de la ciudad de norte a sur: el trolebús, la ecovía y el corredor nor-occidental. También hay líneas particulares en toda la ciudad. El pasaje cuesta $ 0,25 ctvs. para adultos y $ 0,12 ctvs. para niños y tercera edad.
Los buses interparroquiales están pintados de verde, el costo del pasaje va depende del destino al que vayas.
Si tomas un taxi, la carrera mínima durante el día es $ 1,50 dólares, en la noche aumenta a $ 1,75 ctvs. Exige siempre el uso de taxímetro, es mejor llamar desde el hotel o lugar donde estés, que esperar en la calle. También puedes utilizar aplicaciones como EasyTaxi, mitaxi JJ, Cabify, Uber.
Conecta el centro y el norte de la ciudad a través de una red de ciclo vías, revisa www.biciquito.gob.ec
La Iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, ejemplo vivo de arte y fe del pueblo ecuatoriano, máxima expresión del estilo barroco en el Ecuador, se la construye desde 1605 hasta 1765.
Fueron sacerdotes jesuitas extranjeros entre ellos, Marcos Guerra, Jorge Vinterer, Leonardo Deubler, Venancio Gandolfi y Hernando de la Cruz, diestros en las diferentes artes y oficios: arquitectura, talla , escultura y pintura, quienes dieron forma y singular estilo al templo jesuita . Al pincel de Hernando de La Cruz se le atribuyen los dos grandes lienzos originales del Infierno y del Juicio Final, obras ejecutadas en 1620, cuyos facsímiles hoy como ayer se ubican en los extremos norte y sur del nártex de la iglesia. El Quito colonial aportó también con grandes artífices que cubrieron la iglesia con oro y magníficas pinturas, artistas como Nicolás Xavier Goribar, Bernardo de Legarda, Antonio Salas, y la singular mano de obra anónima de quienes dieron nombre a la Escuela Quiteña y dejaron huella en la exuberante decoración del templo.
De lunes a sábado, de 7.30 a 12.30 hs. y de 14.30 a 17.30 hs. Domingos: de 7.00 a 12.00 hs.
Cuenca 477 y Sucre
No hay visita de Quito que pueda obviar este complejo religioso, uno de los más importantes del continente.
Son más de tres hectáreas (unos 40.000 m2) de templos (una iglesia mayor y dos menores), claustros, patios, capillas, aposentos; sin contar el huerto, el osario, las catacumbas. El laberinto religioso de San Francisco une el pasado de la ciudad con el alma y vida del quiteño que la conoce, transita y ocupa cada día.
Apenas en 1940, la casi mezquina plaza franciscana (sin bancas, ni monumentos, ni flores) sería revestida con sus emblemáticas piedras actuales. Siempre formando parte de la vida cotidiana del quiteño, durante cuatro siglos, fue de tierra. Allí se realizaban actividades que convocaban a grandes multitudes: obras teatrales, ferias, corridas de toros, procesiones, enseñanza agrícola o catecismo generalizado para los indígenas. Por ello, su extensión era (es) exagerada. También existió en la mitad (como lo ilustran algunas pinturas antiguas), una gran fuente de piedra, a la que acudían los ‘aguateros’, que recogían agua en enormes pondos de cerámica para repartir entre los vecinos. Hoy, es otra la pileta, una más pequeña, y prima la leve curva empinada que conduce al monumental atrio.
A riesgo de quien sabe qué maldades coloniales, el humilde picapedrero Francisco de Cantuña se jugó el alma, pidiendo al propio diablo que lo ayudara a cumplir el encargo más importante de su vida: empedrar el enorme atrio de la iglesia. Cuando se cuenta esta leyenda, a veces se le atribuye a Cantuña viveza, otras veces se dice que fue simple fortuna… a fin de cuentas, terminó salvándose, pues el demonio, al culminar la tarea, sin darse cuenta dejó una piedra sin colocar. Estar de pie sobre el atrio de San Francisco es observar su singular plaza desde uno de los promontorios más especiales de la ciudad, con su inolvidable escalinata en doble semicírculo, inspiración del afamado Bernini que no llegaría a formar parte del Vaticano.
La iglesia de San Francisco está dedicada, en realidad, a San Andrés (pero explica esto a los quiteños). Perfectamente ecléctica, logra cotejar altares renacentistas, columnas romanescas, un fabuloso coro mudejar y tallados barrocos en pan de oro: a más de las fabulosas capillas, unas enigmáticas y sobrias, otras intensamente decoradas. Colorida y única, con verdes, azules, rojos y dorados, nota las efigies del púlpito: son los tres enemigos del catolicismo (Lutero, Calvino y Arrio), cargando eternamente el peso de la iglesia.
Apenas se ingresa, uno siente que participa de algo más grande que uno mismo. No es la altura de las columnas ni la vistosidad de las imágenes, (todo ello, sin duda, conmovedor). Son las familias rezando, los humildes atesorando su espacio espiritual, el aprecio visceral que sienten los quiteños por su iglesia, las madres cerrando fuertemente los ojos, hincándose ante la prodigiosa imagen de la Virgen Alada. Esta es pieza central del retablo mayor, una de las pocas esculturas firmadas por el talentoso Bernardo de Legarda, y elegida para honrar a la ciudad en la cereza de su pastel geográfico: el Panecillo.
No dejes de visitar el Museo de Pedro Gocial (la puerta a la derecha de la entrada principal) donde encontrarás las fabulosas obras en pintura y escultura de Bernardo de Legarda, Caspicara, Pampite y más… todos fabulosos ejemplos de la talentosa camada barroca de artistas de la Escuela Quiteña.
En marzo/abril de cada año, no puedes dejar de presenciar la procesión de Jesús del Gran Poder: ¡una marea de personas vestidas en morado escolta a otros penitentes que cargan enormes cruces de madera por las calles del Centro Histórico, durante un día en el que casi siempre llueve!
De lunes a domingo, de 09.00 a 17.00 hs.
Iquique s/n, Itchimbía
No puedes dejar de visitar el Itchimbía: por su espectacular perspectiva sobre la ciudad, por su hermoso palacio de cristal, por las cometas que vuelan, por los senderos, festivales, paz y naturaleza…
Era un botadero, por muchos años. Y antes de eso, en épocas ancestrales, un lugar sagrado de ritos. Hoy, luego de una gestión iniciada por parte de los vecinos y llevada a instancias mayores por parte del entonces Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural (ex FONSAL) hace más de veinte años, se ha convertido en uno de los parques más visitados e importantes de la ciudad. El parque, en sí, está engalanado por una de las edificaciones más emblemáticas de Quito, una estructura de acero y vidrio del siglo XIX, originalmente utilizado para albergar el mercado de Santa Clara, originalmente importado de Hamburgo en 1889 y muy parecido al antiguo mercado Les Halles de París. y hoy un Centro Cultural donde se realiza una variedad de exhibiciones y eventos, con su insuperable vista del Centro Histórico de Quito y de la ciudad moderna, una vista que es en realidad bastante mágica, que revela, por el lado este, el hermoso nevado de Cayambe. En los años veinte, el afamado arqueólogo ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño reveló una tumba donde se encontraron ocho narigueras decorativas (dos de ellas de oro), dos pendientes de oro y un collar. La ladera del Itchimbía es también una herencia natural, sus 54 hectáreas acogen a más de 400 variedades diferentes de flores, 40 especie de pájaros y un área de pantano.
El proyecto terminó en julio del 2004. El antiguo mercado ahora tiene instalaciones con tecnología de punta, tal como iluminación computarizada, control de temperatura de ambiente y excelente acústica, así como salas de conferencias, estacionamiento, senderos y un restaurante/café todo bajo su estructura imponente. El centro cultural está cubierto por una estructura ultramoderna de vidrio y puede ser vista resplandeciendo desde muchos puntos de la ciudad.